Detente un poco, creo que tienes manía


Ya en estos días no solemos utilizar este término, pero sí en ocasiones la gente suele decirlo en forma graciosa, o tal vez es empleado para situaciones de índole sexual, y de pena ajena. No muy lejos de lo que la manía es y representa. Podemos considerarla como aquella excitación, hiperactividad y agitación psicomotora, que a menudo son acompañadas por un deterioro en el juicio.

Es una fase o período (por lo general de dos semanas a un mes) en el cual la persona es y se siente muy contenta, tiende a la verborrea, es activa e impulsiva. En este tipo de casos, las personas que padece esta afección pasa por instantes de extravagancia, a desconsuelo de concebirse confidente y feliz, a poder llegar a sentirse ansiosa e irritable. Muchas personas que tienden a la manía, o son propensos a episodios maníacos parecieran tener una energía infinita y solamente necesitan pocas horas de sueño, si es que duermen del todo.

Con la manía en su forma intermedia; la hipomanía, la persona puede llegar a ser muy creativa y productiva en su trabajo. En sus diferentes aspectos la persona puede tener tendencias psicóticas; es decir, que la persona pierde la habilidad de pensar correctamente y hace juicios poco realistas (mecanismo de defensa.- fantasía), basados en la adaptación de su realidad. Muchos personas tienden a ser impulsivos, demandantes, agresivos, lo cual resulta en gastos formidables (económicos), consumo excesivo de drogas y alcohol,  conductas de riesgos sexuales o parejas múltiples, así como problemas con la autoridad.

Cuando esto se convierte en un problema de salud mental lo empezamos a observar, a través de una sintomatología permanente, con signos que causan estrés y afectan la capacidad de funcionar normalmente.

La manía como otra afección de salud mental, puede hacerte sentir muy mal (dis-funcional o des-adaptativamente), y ocasionar problemas en la vida frecuente, por ejemplo; en el colegio, el trabajo o en las relaciones interpersonales. En la mayor parte de los casos, los síntomas pueden tratarse con una combinación de medicamentos (psicofarmacología) y psicoterapia; este último abordaje terapéutico puede variar, pues en sus distintos modelos de intervención psicológica se establecen premisas favorables para el tipo de malestar que presenta. Tal es el caso de las terapias de corte breve analítico, cognitivo, sistémico o estratégico, además existen las de impacto como es la gestalt orientada a confrontar el síntoma y las psicoterapias de conducta o conversacionales/dialécticas con exposición a ciertos hábitos. Todo esto en función de una integración saludable al apoyo (tratamiento) de la persona (paciente).


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